jueves, 26 de septiembre de 2013

Antofagasta




 Salí de San Pedro a la mañana hasta Calama en un trasto de autobús en  compañía de un hombre mayor que había sido pastor. Me contó que antes  llovía más que ahora y los salares de  Acatama estaban con más hierba y  habia más ganado. Que iban de un lado a otro andando, con las extensiones tan grandes que hay.
En Calama hice trasbordo a otro bus pero mejor. El paisaje cambió pero a más seco. Todo lleno de montes pelados y llenos de piedras y arena. De vez en cuando alguna mina se veía y algún yacimiento de gas con su respectiva canalización. Y también el tren para transportar el mineral.  La gente que íbamos en él era sobre todo gente de las minas. Jóvenes entre 25 y 40 años. Esta iba a ser la tónica hasta no dejar el desierto de Acatama más de mil kilómetros más al sur.
Llegamos a la tarde y me encontré como siempre con la disyuntiva de buscarme la vida, o sea, donde alojarme. Siempre miro antes por internet o en las páginas del trotamundo de la lonely planet para tener una idea, aunque después haga otra cosa. En esta ocasión fué un taxista el que me dió la idea y me ubiqué en una zona relativamente céntrica, aunque con reservas. Por sólo 8000 pesos ya tenía habitación con baño compartido y sin desayuno ni toalla. Parece que es caro pues son unos 13 euros pero en Antofagasta no hay posibilidades de alojamiento porque está todo dedicado a los mineros. Compartía entre otros con un tío que se dedicaba a tocar la guitarra en los buses que bajan de los barrios pobres con música orientada a la religión protestante induciendo a los drogaditos a buscar otra forma de vida. Después pedía dinero. También lo hacía en los mercados y a la noche en su iglesia. ! Y vivía !.
No ví un solo turista y sí mucho trasiego. Me aprendí la ciudad y me fuí a ver el mar, la playa, el puerto, la plaza Colón etc. Esta ciudad sugió del éxito de los nitratos y de las minas fundamentalmente de cobre, por eso es caótica, construida sobre una franja en torno al mar ya que detrás están las montañas de roca y arena.
Se nota su pasado en los edificios que la compañía de salitres y ferrocarriles construyó en el siglo XIX y en la mano de los edificios tipo inglés, hasta la iglesia principal.
En el pasado perteneció a Bolivia pero en la guerra del pacífico contra  Perú y Bolivia se la arrebataron los chilenos, con la colaboración de las compañías de minas, según decía en el museo arqueológico.
En el puerto estuve recreandome con los leones  marinos que algunos les echan comida, aunque está prohibida.
Recientemente ha aumentado la colonia de emigrantes colombianos y se nota en casi todos los establecimientos por la música. A la noche hay que tener cuidado, me dijeron varias personas y un gendarme que hablé con él, porque campa mucho la cocaina que le llaman de otra manera.
A la 3.30 de la mañana del 2° día tomé el bus dirección a La Serena, no sin antes darme un susto porque no apareció el taxista que había contratado para ir a la estación ya que quedaba bastante lejos.
Paré de churro a un taxista que iba con dos personas solamente, aquí es costumbre rellenar los taxis, y llegué a la terminal sin problemas.
Mil kilómetros y sólo 13 horas de viaje. Todo el rato viendo arena, piedras, minas, y el gaseoducto y el ferrocarril que acompañaban a la carretera, bastantes tramos de autopista con peaje ; y esa fué la causa de la huelga de camiones que vimos en un punto de peaje, que no se como nos dejaron pasar. Según leí después pedían la eliminación o la equiparación de los peajes con los del resto de Chile. A estas horas ya está resuelto y es así porque el transporte y sobre todo el transporte de mineral y todo lo que comporta es fundamental en un pais donde supone la mayor parte de los ingresos que tiene en su economía.
Hemos llegado a La Serena y ya se ve algo de verde, parecido a las bardena. Hasta he visto plantaciones de olivos y alguna viña.
Y otra vez a ver donde paso la noche y dejo los trastos.

  

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