Unos 200 kilómetros separan Samsun de Sinop pero se me hizo largo porque entrabamos en los pueblos a cojer o dejar gente. Por el camino se veían pueblos de pescadores que tenían buena pinta.
Me sorprendió Sinop. Está en el istmo de una península, o sea, rodeado de mar. En la entrada unas murallas demostraban su importante pasado en la antiguedad desde los griegos.
Llegué al hotel que estaba en el mismo puerto. Me encantó el sitio. Justo debajo unas terrazas cubiertas con la gente tomando cay y las barcas de pescadores y de turismo rodeando el puerto. Era un trasiego de gente y vehículos muy animado. Mi habitación tenía terraza y daba al puerto así que las dos noches que estuve tome sendas cervezas viendo el puerto y el ambiente que había.
Lo primero que hice fue comprar el billete de avión a Istanbul porque tenía que estar allí para el 16. No me apetecía nada pegarme 12 horas de autobús con el dolor de espalda que me suele dar. Pensaba que iba a ser más caro el vuelo pero me costó unos 35 euros o 99 liras, en un trayecto de 550 kilómetros.
Aun con la calor que hacía di una vuelta por el pueblo, que no es muy grande, y encontré un mercado grande. Muy organizado donde se vendía de todo. Tenía antojo de comer melón o sea que compré uno y me fui a comerlo a un sitio tranquilo. Andando por una carretera de la costa que da la vuelta a la península llegué a un sitio donde había una buena sombra de unos árboles y una fuente y allí me lo comí. Seguí la carretera a ver si me daba tiempo de llegar al otro lado pero era demasiado largo y más con la calor que hacía, así que me di la vuelta y como resultado alguna ampolla.
Sinop se dedica mucho al turismo y se nota en las urbanizaciones que rodean la península por el lado del puerto ya que hay muy buenas playas. También se nota en los precios que son más altos y en la forma de vestir de la gente, sobre todo las mujeres, sin ese recato que hay más al este de Turquía. Sin embargo no vi extranjeros fuera de un grupo de alemanas que se estaban bañando y otro de italianos.
Alquile una bici durante una hora para conocer la costa por el lado de las playas. Los cambios no marchaban bien así que después de recorrer un tramo bueno busqué un sitio para bañarme al otro día.
El atardecer fue precioso y tomé buenas fotos en el puerto. Me fijé que aquí se bebe mas cerveza y alcohol que en otros sitios porque vi a un grupo de pescadores bebiendo cerveza y en el puerto había muchos botes tirados.
Había mucha suciedad en el agua del puerto. Como en otros sitios, echan al agua bastante basura.
Cené con el ramazán aunque aquí se llevaba menos. Barato y bueno encontré un restaurante que por 15 liras me quedé lleno después de un día que no había comido nada fuera del melón. Un pan redondo, grande, recién hecho y caliente, con semillas de sésamo encima, estaba estupendo y por no dejar nada lo comí entero.
Por la noche se ponía bastante ambiente en el puerto hasta tarde con las idas y venidas de las barcazas que salen a pasear al mar engalanadas de bonitos colores. También hasta tarde, es curioso ver a las peluquerías trabajar. En todo este viaje he apreciado que los turc@s son cuidadosos con su pelo y forma parte de su rutina el cortárselo. Yo me lo corté en Dugabayazit cuando bajamos del monte y me costó 5 liras.
Al día siguiente tocaba baño. O sea que fui a la caleta que descubrí el día anterior. Entre las rocas debajo de unos pinos me metí en el agua, que estaba bastante templada. No se veía la suciedad de otras playas como en Unye pero sí algunos plásticos. Al salir me di cuenta de que estaba lleno de medusas pequeñas, así que fui a otra parte y allí estuve un buen rato. Lo pagué porque después empezó a picarme el cuerpo.
Por la tarde tocaba ver las murallas. Pagué 5 liras porque han convertido parte de las murallas y la antigua cárcel en un museo. Dentro de las murallas desde los tiempos de los sultanes se utilizaba como cárcel. Grande, con muchos pabellones y utilizada como de alta seguridad. Allí no se escapaba nadie. Me recordaba a la película " El expreso de medianoche". Sin embargo lo que más me llamó la atención fueron las columnas, piedras e inscripciones que había de los tiempos de los griegos.
Otra vez el atardecer en el otro lado de la península, y no era el único tomando fotos en medio de las ruinas del antiguo puerto griego.
Una ciudad que merece la pena ver.
Otra vez Istambul. Llegué a medio día y pregunté por el autobús a Taksim, al otro lado del Puente Gálata pasando el Cuerno de Oro. Por diez liras me llevó hasta Aksaray y de allí andando hasta sultanahmet küçük así estiraba las piernas. Había aprendido con la tablet el camino hasta el apartahotel, metido en un laberinto de callejuelas, que me costó encontrar. Cojonudo, un sitio tranquilo,supercéntrico, y con unas vistas al puerto desde la terraza estupendas y por unos 30 euros con desayuno.
Llamé por teléfono a Orhan, el guía que me había traído a Istambul el petate con el material de monte después de la expedición al Ararat. Estaba en el hotel que me había dado la dirección. Fui para allá y empecé a recordar las calles del centro de las otras veces que había estado. Allí estaba, de encargado de un hotel restaurante muy turístico cercano al Puente Gálata. Me presentó a sus compañeros y estuvimos departiendo un buen rato tomando cay.
Un personaje especial. Le pega a todo. Desde su niñez ya se tuvo que buscar la vida a los 11 años pasando de pastor en las faldas del Ararat a lo que es hoy con 25 años. Muy vivo y atento su comportamiento con los turistas ya sea en la montaña o en el hotel, aunque tendrá que aprender de alguna metedura de pata como la que nos hizo en el hotel de Doğubayazıt a la expedición, donde nos querían cobrar un día extra el precio en liras por dólares. Aparte de este marrón, me pareció estupendo todo el trato y la organización de la expedición al Ararat. Me invitó a cenar y allí aparecí después de haber recogido el petate y llevarlo al apartamento. Como quiera que en invierno viene a España, donde vive su esposa, a trabajar de traductor de kurdo, quedamos en que me llamaría y nos veríamos en Estella.
!Lo que ha cambiado Istambul en pocos años! Se ha modernizado en todo, sobre todo en los transportes. Desde el tranvía a la moderna estación de barcos que zarpan al mar de Mármara y a otros lugares. Me ha parecido que las otras dos veces que he estado la gente era más amable en el trato con el turista. Ahora me ha dado la impresión de que cada uno va a lo suyo y al turista a sacarle pelas. Pero no deja de ser Istambul, una ciudad monumental en medio de mares y continentes, llena de gentes y culturas de todo tipo, trasiego de mercancías donde se puede comprar y vender de todo.
Después de cenar fui a Eminonu y por diez liras dimos un paseo nocturno por el Bósforo impresionante. Lástima que las fotos no salieron bien por el bailoteo del barco, pero fue maravilloso. Tres jóvenes sirios me pidieron que les haría una foto, y ahí empezó una conversación, como pudimos. Tenían unos 20 años eran exiliados y estaban trabajando en Istambul. Cristianos de Alepo, uno de ellos llevaba un tatuaje con una cruz. Les conté que una prima de mi madre, monja, había muerto hacía dos años en Alepo. Eso les motivó y estuvimos hablando de la situación de Siria. Ellos me decían que Bashar al-Asad, el dictador, tenía que marcharse pero que estaba apoyado por Rusia e Irán. Que los Estados Unidos, Europa y Arabia Saudí debían sacar sus manos de allí. Que el pueblo debía tomar el poder, pero que era difícil en medio de la guerra. Que Siria se estaba destruyendo. Les expliqué mi opinión en un phone donde se tradujo del castellano al árabe, y debieron quedar satisfechos porque después me abrazaron y me llamaron hermano.
El desayuno desde la terraza viendo el mar y los numerosos barcos anclados cerca del puerto, estuvo muy bien. Tenía al lado Ayasofya pero con la cantidad de turistas que había di una vuelta por la zona visitando Küçuk Ayasofya, pequeña Ayasofya, una antigua iglesia de los tiempos del emperador Justiniano en 536 después de Cristo, transformada en mezquita. A conciencia me perdí por las callejuelas encontrando Mezquitas. parques , Madrasa, calles donde vendían alfombras, hasta llegar al Gran Bazar donde compré algunos regalos. Me pareció demasiado organizado. No recordaba que era así las otras veces.
Después fui a investigar un puerto donde paraban y salían todos los ferrys que pasaban delante de la terraza del apartamento. Algunos eran enormes e iban a toda velocidad. Descubrí un pequeño puerto, Küçukliman, de pesca, donde comería el último día de mi estancia. Al lado estaba el otro puerto, grande, moderno y bien organizado, Yenicapi, desde donde podías ir hasta la ciudad de Bursa, al otro lado del Mármara, en la parte asiática. Tomé un otocar hasta Eminonu para montarme en un barco hasta Kadicoy en la parte asiática, y ver los últimos rayos de sol del atardecer. Ir y venir, todo seguido, y así no me perdí ningún idílico momento de la caida del sol sobre el Cuerno de Oro y el Puente Gálata. El que amarraba el barco en puerto se interesó sobre España cuando me preguntó de donde era, ya que había trabajado en Valencia en un barco. Ganaba poco dinero, según me dijo.
Cené después del Ramazán, en un restaurante al otro lado de Eminonu que además de mala comida, me la metieron hasta el mango, pese a mis protestas. Para quitar el mal sabor de boca entré en una de las muchas y muy buenas pastelerías que hay y me tomé allí mismo un exquisito tazón de una crema entre helado y pastel, por ocho liras. Subí de camino al apartamento a la explanada de la Mezquita Azul. Hacía una noche calurosa y estaba llena de gente y como es costumbre en Ramazán, las familias cenan sentadas en el césped sobre sobre un mantel. Hice lo mismo que ellos y así me saludaron e invitaron los más cercanos. Dentro del Templo se estaba oficiando un acto religioso o sea que fui a ver como era, desde el patio exterior.
Para terminar la noche compre una lata de cerveza, y subí a la terraza del apartamento a tomármela viendo los barcos anclados en el mar con sus luces de posición. Así terminé mi pequeña estancia en Istambul, descubriendo nuevos sitios y repitiendo otros, pero ¿ que ciudad es ésta que no te cansas de verla?.
Al día siguiente rumbo a Madrid y final del viaje.
Conclusión: Tal como imaginaba el viaje ha sido corto pero completo; montaña, ambientico muy bueno con la gente del Club Montañero, experiencia por una zona como el mar negro y la costa este, muy, muy interesante, y, otra vez Istambul donde nadie se cansa de admirarla.