sábado, 2 de noviembre de 2013

De tierra de fuego al fitz Roy

Bajé de las Torres del Paine cansadico porque zapateé los tres días que estuve y para despedida en el catamarán del lago, una grandiosa vista de todo el macizo.
Llegué al rodoviario de Natales y pensaba dormir esa noche allí pero se me ocurrió preguntar si había bus para Punta Arenas, y sí había. O sea que lo tomé y en media hora salió. Llegué a Punta Arenas tarde y preguntando se va a Roma, y en media hora ya tenía pensión en casa de la señora Carmen de Residencial Coirón por 10 lukas con desayuno. Una señora de 80 años que me contó su vida, que como todas tiene su historia. Al día siguiente fuí rápidamente a investigar la salida del ferry para Puerto Willians en territorio Chileno lo más al sur de América. Pues resulta que había salido el día anterior y yo estaba convencido que salía al día siguiente sábado, o sea que me llevé un txasko.
Pero bueno, vi la ciudad, bastante industrial, ventosa y fría que como no hay árboles se calientan gracias a los yacimientos de gas que hay por allí. Me imagino que los originarios y los pioneros de esa zona se las verían bastante mal. Antes de hacerse el canal de Panamá pasaban por allí muchos barcos para ir a la costa del océano Pacífico, y tuvo mucho explendor, además de la exportación de la lana y del pescado.
Tomé a los dos días un billete dirección a Río Grande camino de Ushuaia. El mismo viento del los días anteriores y el mismo frío. Pasamos el estrecho de Magallanes en un ferry que se tenía que poner casi frente al viento avanzando lentamente porque si no lo podría tumbar. Entramos a territorio de Tierra de Fuego y se llama así porque cuando Magallanes exploró la zona para hallar un paso se encontró que en las costas de los canales había grandes fogatas, pues era el modo que los nativos tenían para que no se quedasen sin fuego y de calentarse.
Sin apenas carreteras asfaltadas pasamos la frontera con Argentina en una tierra yerma y llegamos a Río Grande, la ciudad más cara y desarrollada que he visto hasta ahora en el viaje. Y eso lo confirmé con unos de Salta que me encontré en la pensión. Había tiendas buenas con artículos caros, no pocas, y la gente con unos carros buenos y buena ropa. Mucho consumo la gente de allá que se dedica a la industria de electrónica entre otras, según me dijeron después. Más vale que estaba de paso. Al día siguiente a Ushuaia el punto más al sur de la Argentina. En el camino se empezaron a ver árboles, lagos,  montañas y nieve y eso animó el viaje. En Ushuaia encontré un hostel algo caro pero muy confortable de una gente oriunda de Bolivia. Como en otros puertos que he visto en Chile, la ciudad está construida en la costa y hacia la montaña cuesta arriba, hecha de forma anárquica, pues fuera de dos o tres calles principales, el resto no tienen ninguna organización. Me contó un taxista que cuando recalan en verano dos o tres gigantes transatlanticos de 4 o 5 mil personas, en éste momento sólo había uno, la calle principal se llena de gente y es imposible transitar. Es principalmente de lo que viven pues la fama de ser la ciudad más al sur llama la curiosidad de la gente. Practicamente hecha para el gran turismo, aunque hay que decirlo, tiene su merecida fama, porque a sus espaldas están cercanas las montañas nevadas, hay un glacial a dos horas de camino andando, y tiene el canal de Beagle desde donde pasan ahora los barcos de una costa a otra, además de ser la entrada a la Antártica.
Al llegar a la mañana hacía buena temperatura sobre 18 grados o más. A la tarde se puso a llover con rabia y me calé. Entre a un par de museos para calentarme y secarme y por el atardecer mientras cenaba empezó a nevar. Me refugié en el hostel y a la mañana siguiente el día salió radiante tanto fué así que hacía calor sin viento ni nada. Fuí en un catamarán a hacer un tour para ver el Canal de Beagle por la mañana que fué una turistada pero vamos, que hay que hacerla, y a la tarde hice lo que hacía la gente de allá que es salir en los días buenos, que son muy pocos, a tomar el sol al lado del mar en la hierba tumbados con los hijos, los perros y muchas cuadrillas de jóvenes. Para mi fué lo mejor de mi estancia allí.
Al atardecer compré un vuelo para Calafate para ver el Perito Moreno e ir al Fitz Roy. Calculé lo que me iba a costar en autobús y el tiempo y mereció la pena, porque aparte de que iba a ser una paliza de bus, y  tengo la columna un poco renqueante, en una hora y cuarto estaba al día siguiente en El Calafate.
Pensaba esa misma tarde en El Calafate ir al Perito Moreno y así dedicar más tiempo después en el Fitz Roy. Pero ya habían salido o sea que al día siguiente fuí al Perito. Aunque es una turistada hay que verlo porque esas moles de hielo tan cerca no se ven todos los días. Te puedes quedar horas mirando el glacial y ver los bloques de hielo con su ensordecedor ruido, caer en los lagos que están divididos en dos porque el mismo glacial hace de tapón. Con un catamarán fuimos a ver el glacial a poca distancia desde el lago inferior. Cuando lo ves debajo esos bloques de hasta 60 metros de altura te das cuenta de lo grande que es y la naturaleza lo que es capaz de hacer.
 Han hecho unas escalinatas de kilómetros para verlo de distintos ángulos y una infraestructura impresionante, una cartretera de 80 kilómetros hasta el glacial, y el mismo Calafate está hecho para el Perito con lo que supone de infraestructura. En fin, un gasto enorme para el beneficio sobre todo para las grandes compañías turísticas.
Por eso no me gustó Calafate, super turístico y aunque no había todavía mucha gente, casi todos estranjeros , tan turístico me aburre.
El caso es que tenía la esperanza de que después de estar unos días en el trekking del Fitz Roy seguiría como tenía previsto seguir andando hasta entrar en Chile por O´ Higgins desde El Chaltén. Pero me dijeron que no estaba abierto el paso. O sea que compré un boleto para El Chaltén para hacer el trekking hasta la base del Fitz Roy, y compré otro boleto para entrar en Chile otra vez desde Los Antiguos porque precisamente el día uno de Noviembre se  habría la ruta 40 que habia estado cerrada para autobuses todo el invierno y el bus de focsa sale cada cuatro días. De otra manera había que dar una vuelta de mas de dos días desde Río Gallegos.
No me quedó más remedio que reducir el trekking a un día.
Fué rápido. Llegué al Chaltén desde Calafate en tres horas después de 200 kilometros de noche ya después de una parada en la estancia Los Leones donde les invité a un pote al chofer y al panadero del Chaltén con su hija pequeña , junto conmigo los únicos ocupantes, para celebrar la llegada a lo que más me ilusionaba que era ver con mis propios ojos el Fitz Roy, mítico en la historia del alpinismo de los Terray, Bonatti etc. Me hice amigo del panadero y al día siguiente a la ida y a la vuelta lo visité.
 Me hospedé en  Rancho Grande y para las seis estaba arriba y a las siete menos cuarto andano. Sólo, viendo el amanecer. Había desayunado un té de coca que traía de Salta y un par de pastas, así que subía como una moto. Al llegar al mirador del Fitz escuché un rugido cercano y no vi nada. Después me dijeron que sería un Puma. Desde el mirador estaba exuberante la montaña. Acompañado el Fitz Roy por su esposa y sus hijos todos ellos acabados en punta y nevados, rodeados de nubes y glaciales como si un manto de lana les cubriese y protegiese. Se me hizo el recorrido idílico andando y viendo la montaña  y el mismo bosque acompañaba ese estado de emoción que tenía. Pasé por el campamento de escalada donde Eneko me recordaba que Terray estuvo esperando a su compañero días enteros protegido entre los árboles al pié del monte.
Llegué en tres horas y cuarto lo que cuesta más de cuatro al miardor al pié del lago que estaba helado.
Allí había cuatro alemanes que habían dormido abajo y estuve disfrutando con ellos de la vista.
Más de una hora embebido de los picos que me rodeaban porque hacía un día extraordinario, como pocos, pues no es frecuente. Y no hacía frío pese a que estaba a más de 1000 metros de altura con glaciales al lado. Algo tendrá que ver el cambio climático porque como me dijo el panadero llebaban unos años que ya no nevaba ni hacía frío como antes. Ese cuento también lo llevo escuchando en todo el viaje y por todos los sitios donde he estado.
Ya cuando bajaba me tropecé con la gente que subía, que no era poca. ¿Cómo tendrá que ser ésto en pleno verano?
Cómo de costumbre busqué un río y me zambullí en pelota picada, fuí a zamparme unas empanadillas en la panadería del amigo donde tuvimos una charla muy maja.
Y a esperar el autobús de vuelta donde me encontré con un personaje curioso. De Elorrio de unos 70 años y muy euskaldún, donde a los ingleses y americanos les habla en euskera. ¿ Qué se piensan ellos que con su inglés son los amos del mundo o qué? decía. Estaba en constante viaje y decidía a dónde ir dependiendo dónde le daba el viento a su dedo en alto. Decía que regresaría a casa allá por el 2015.
Logicamete echamos una cerveza juntos.
Al atadecer llegué al Calafate, echarme cuatro horas encima de la cama para al día siguiente tomar el bus por la ruta cuarenta a las tres de la mañana y estar en Los Antiguos a media tarde.
Pero ese es otro asunto

















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