martes, 3 de diciembre de 2013

De Palena a Santiago






















De madrugada salimos para El Chaitèn. Allì habia que tomar el transbordador que nos llevarìa a Queillòn en la isla de Chiloe. El viaje fuè ràpido. Pasamos por Puerto Càrdenas y la verdad es que era muy bonito. A partir de allì la carretera pasaba a se asfaltada hasta El Chaitèn. Me dejò la micro en la costalera y conmigo bajò George que iba dormifo en la micro y no lo habìa visto. El iba a Puerto Montt para Valdivia, de donde era. Coincidencia en las aficciones. Le gusta la fotografìa y en parte es su forma de trabajo. Ha conocido un montòn de sitios a veces remotos para el catàlogo turistico de la empresa donde trabaja. Conversamos tomando un cafè sobre los sitios donde habìa estado. Quedè en pasarle fotos para ayudarle en su trabajo y seguir en contacto por face. Una làstima no estar màs tiempo con èl.
La barcaza saliò puntual hacia Queillòn. En ella me encontrè con un señor que iba con dos hijos y andaba de paseo. Trabajaba en las obras de la carretera Austral y me dijo que venìa de pescar un par de dìas en Cardenas y habìa estado alojado en casa de doña Luzvira. Me confirmò que habìa estado enferma y que ahora se iba para la Argentina. Tambièn iban en la bacaza unos militares y con uno joven de ellos hablè. Me preguntò que iba haciendo y al decirle que iba viajando me contò que a èl le gustaba y cuando tendrìa tiempo se irìa a Perù que es màs barato. Tambièn me dijo que es servicio militar era obligatorio y por eso estaba èl allì y que deberìa ser voluntario.
Tuvimos que esperar en Queillòn a que subirìa la marea para desembarcar despuès de cinco horas de navegaciòn en un dìa claro, con viento y con el volcàn Corcovado nevado presente en todo el trayecto. Nos esperaba un bus para llevarnos al centro. Como ese pueblo no tiene ningùn atractivo especial habìa decidido pasar de largo e ir para Castro. La micro iba a tope de gente en una carretera en obras y el conductor parecìa que tenìa prisa porque tuvo un par de deslices y pasè un poco miedo.
Llegamos al atardecer y enseguida busquè donde dormir a buen precio. Mucho barullo habìa en la capital de Chiloè y fuì a comer algo en la Plaza de Armas. Comì la mejor paila marina que he probado, que aunque algo cara, mereciò la pena. Despuès echè unas fotos a su hermosa iglesia que estaba iluminada con luz del atardecer.
Querìa recorrer la costa de la isla y me informè de los buses que salìan. Tomè la decisiò de ir a Quemchi ya que una mujer de Palena me lo había recomendado y por ser un sitio muy poco turìstico. Al dìa siguiente fuì para allà. En un hostel frente al mar me alojè. Echo de menos los hospedajes familiares porque es un trato mas cercano aunque no tenga las comodidades de un hostel. Quemchu es un pueblo de pescadores con una isla enfrente y con bastantes salmoneras cerca de la costa. Tiene dos fàbricas de pescado donde trabaja bastante gente sobre todo mujeres pues me tocò ver una salida de fàbrica. Me recordaba Santoña en los tiempos de los años sesenta, guardando las distancias, claro. Fuì a una islita pequeña cerca del pueblo que la habían acondicionado para cementerio de las almas del mar, como asì rezaba un cartel, y una iglesia tìpica de Chiloé con rasgos alemanes y un camino rodeando la isla y describiendo los diversos àrboles y para llegar a ella una pasarela de madera que la habìan hecho en auzolàn, o sea, entre todos.
Regresè y fuì a comer. Mientras comìa se sentò a mi lado un marinero de 42 años. Estuvimos hablando bastante sobre el mar y me contò que habìa estado trabajando bastante tiempo con las pesqueras españolas, Pescanova entre otras, que habían ganado dinero a sacos pirateando la pesca en la zona de Somalia pagandoles a ellos una porquerìa. Asì que no le estrañaba que los Somalìs secuestraran, ya que era un robo manifiesto. Claro, que despuès llevaron para defender a las pesqueras barcos de guerra y hasta aviaciòn. Tambièn me contò que las costas de Chile se estaban esquilmando de pescado para la exportaciòn, y el daño que estaban haciendo las salmoneras dejando sin vida la zona donde están por los desechos que producen, pese a que ahora, despuès de la epidemia que hubo, dejan un tiempo insuficiente para recuperarse. Le habìa pasado de todo en el mar y en tierra y el hombre, como buen marinero, bebía. Me contò el dueño del restaurante que allì  era la norma. Que casi todos los hombres bebìan y hasta para trabajar. Que èl normalmente pagaba a la gente que le hacía algún trabajo con un poco dinero y con cerveza o vino porque ellos lo querìan asì.
AL dìa siguiente tomè la micro para Ancud. De primeras me gustò la ciudad. En el fondo de una bahìa en la costa del Pacìfico. De muchas reminiscencias españolas, como todo Chiloé. Fue el último bastión español en la independencia de Chile. Arrasada por el terremoto de 1960 y posterior maremoto, la ciudad se recuperò haciendo la iglesia asì como gran parte de los edificios de la costalera, nuevos.
Me alojé en casa de don José, un antiguo profesor con el que tuve buenas conversaciones, y muy barato ya que con desayuno eran siete lukas. Me entretuve comprando artesanías aprovechando que en la ciudad era todo barato y posteriormente comí en el mercado un buen pescado.
Al día siguiente madrugué para ir en una micro a la pingüinera. Estuve como unas seis horas  andando por la pista de la costa y me encantò porque te asomas constantemente al mar, con gran parecido con la costa cantábrica hace 40 años, pasando por allì el sendero de Chile y  con buenas posibilidades para la bici.
Aunque empezó chirimenando el día, después dejo de llover y salió un sol estupendo disfrutando de lo lindo. Me paré a hablar con un recojedor de algas y me dijo que las malpagaban a 200 pesos el kilo para las fábricas de cosméticos. Otros se dedicaban a marisquear y alguno se quedaba jodido porque  bajaba a bastante profundidad y no le daba tiempo al cuerpo a reponerse. Me recodó que en Santoña antaño hacían lo mismo. Pobres ellos, con poco vivían, unas vacas y unas ovejas y poco más. De todas maneras las algas demuestran que esa parte del Pacífico está sana. Comí en un lugar sin turismo con una vista espléndida.
De vuelta pasé por la pingüinera, allì si que había turismo, y me enrolé en una barca con dos señoras que parecían de USA para ir a las islas y ver la cría de los pingüinos. Allí hay dos clases, la de magallanes y la de humboldt por lo de la corriente de agua fría que pasa por toda la costa del pacífico sur. Fueron interesantes las explicaciones que nos dio el guia, su forma de vida y sus viajes. Me gustó el tour.
De Ancud fuí a Ṕuerto Montt a recoger la mochila pequeña que había dejado mes y medio antes en casa de doña Graciela, comer en el Cirus y tomar al día siguiente el avión para Santiago.
Me recibió muy bien doña Graciela y le hice un regalico.
Ocurrió que tenía la intención de mandar ropa a Maimara en Argentina, ya que allí en una parada de bus del tour nos habian pedido que enviasemos ropa por necesidad. A mi me lo dijo una niña que me puso un collar, una tal Gabriela Perez, calle libertad s/n Maimara c.p. 4622 provincia de Jujui, Argentina. El caso es que después de hacer un paquete con ropa fuí a correos y me dijeron que por órdenes no se podía mandar ropa a la Argentina. Fíjate que pecado, no se podía mandar ropa a gente necesitada.
Fuí a la tarde a dar un paseo en bote por Angelmó, y escondido como estaba, me encantó.
En casa de doña Gracilela estaba alojado un señor con quien hablé y le dije que iba a cenar hacia las ocho en el Cirus. Mientras tanto, paseando por la Plaza de Armas me fijé que había una furgo volkswagen destartalada con un tío subido encima y con unos cuantos instrumentos para tocar. Allí me quedé junto a más gente escuchando las canciones sudamericanas de los paises que había visitado, contando anecdotas de su viaje. Estuvo muy animado y la gente le dimos un poco de dinero.
Despúes de cenar en el Cirus y mientras estaba hablando con un profesor de Hornopidén, llegó Jorge el del hospedaje y se unió a la conversación. Se fué el profesor y nos quedamos tomando los dos y escuchando las canciones típicas chilenas que cantaba el guitarrista. Tiene 71 años y vive en Toronto aunque es de Puerto Montt y estaba allí por un asunto familiar. Me contó su vida en Toronto siendo funcionario del Gobierno. Hicimos buenas migas y nos dimos nuestros correos.
Al día siguiente por la mañana y con algo de cabezuela tomé el avión para Santiago. Me alojé en un Hostel junto a la Alameda lleno de mochileros. Llamé a Gonzalo y Marlyn y se alegraron. Marlyn estaba fuera para ver a su padre y quedé con Gonzalo para cenar en el Venezia al día siguiente.
Con la calor que hacía en Santiago no apetecía mas que estar a la sombra en algún parque. Descubrí varios sitios que no había estado hace seis años y como era sábado había mucha animación.
Comí en el mercado pescado y después una siesta en el parque. Al atadecer comí en el comedor Agustina de la plaza Brasil una cazuela de ave que le tuve que felicitar a la cocinera.
El Domingo lo dediqué a ver el parque Santa Lucía que es donde Pedro de Valdivia fundó la ciudad. Me encanto porque está sobre un cerro y hay unas vistas estupendas de la ciudad. Después de leer el periodico fui a comer algo junto un museo que después visité. Luego de una pequeña siesta en el parque forestal fuí a visitar el GAM, un centro cultural enorme donde había muchas exposiciones gratuitas y una concentración sobre yoga y encima se estaba a la fresca.
A poco llego tarde a la cita con Gonzalo. En el Barrio Bellavista había buen ambiente. Estuvimos compartiendo algunas botellas de cervezas para saciar la sed, y después a cenar en el Venezia, el bar donde iba Neruda.
Médico él, me conto las deficiencias de la salud en Chile, Pero sobre todo estuvimos hablando de viajes. Tarde, me acompañó un rato por la Alameda y nos despedimos quedando para el 2015 y si van para España los recibiré en casa.
Otra vez, con algo de cabezuela a la mañana, a preparar por última vez la mochila para el viaje de vuelta a casa donde me están esperando.
En definitiva un viaje que ha dado mucho de si en todos los sentidos, por el conocimiento de sitios, gentes y tierras y aunque me hubiese gustado haber hecho más monte estoy satisfecho de esta experiencia.